Apelando a Internet Movie Database (IMDb)

De todos los portales sobre cine, quizá IMDb sea el más importante en términos de manejo de datos e información sobre la producción fílmica mundial. ¿Pero qué tanto afectan sus calificaciones los criterios del cinéfilo promedio? ¿Qué tan justas son sus ponderaciones? Y, sobre todo, ¿cómo moldean qué nos interesa ver en la pantalla?

POR Deivis Cortés

Junio 16 2023
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Confiamos demasiado en IMDb. Permitimos que nuestro criterio sea moldeado por números. Antes de internet, los espectadores podían escapar de la influencia del pulgar arriba o del pulgar abajo, de la influencia de las cinco estrellas o de los libros que prometían reseñar y compilar “las mejores cien películas de la historia”. Escapaban dejando de consultar esos medios. Con IMDb no es tan fácil dada la doble condición del sitio web: es una base de datos y un clasificador al mismo tiempo. 

Como base de datos presta un servicio invaluable. Reúne información y la pone a disposición gratuitamente, fungiendo como memoria audiovisual colectiva. Sin embargo, cuando un espectador (crítico, comunicador social, estudiante, docente) consulta IMDb para adquirir o corroborar un dato (reparto, equipo técnico, galardones, fechas), no solo obtiene información sino una (la) clasificación: un número de  uno a diez correspondiente al promedio de votaciones realizada por otros usuarios. Y aunque puede que la clasificación sea ignorada la primera vez, el usuario seguirá encontrándola consulta tras consulta hasta terminar absorbido, consumido y contaminado por una lógica tácita pero vertical: cualquier película que tenga menos de seis puntos no es digna de verse; cualquier película clasificada entre seis y siete es “competente”, pero no precisamente buena; las películas por encima de siete son “buenas” y “dignas de verse”, aunque no son obras maestras, como parecen serlo las que tienen entre ocho y diez. Las películas dejan de juzgarse en términos de decisiones estéticas y en cambio se evalúan en términos numéricos. Antes de IMDb bastaba una recomendación verbal para provocar el visionado de una película. Bastaba la curiosidad o el mero azar. Hoy no. Cada vez que le recomiendan películas a un espectador potencial, este confronta y consulta con IMDb, como pagando el peaje de la clasificación, como pidiendo permiso. Si la película tiene menos de seis, seguramente no la verá. Si la película tiene de seis a  siete, la verá, pero no inmediatamente: aplazará el visionado hasta el siguiente puente festivo. Pero si la película tiene ocho, la verá esa misma noche, y si tiene nueve o diez, ese espectador hipotético dejará de hacer lo que esté haciendo para sumergirse en la experiencia audiovisual. Así lo dictamina IMDb. 

Este sitio web apareció en los años noventa como una base de datos que circulaba por correo electrónico; pero es en 2007 cuando empieza a tomar fuerza en Colombia. Y esa aparición generó en el cinéfilo la necesidad y la ansiedad de corroborar si esas películas que había rankeado con criterios propios eran buenas o malas según la clasificación oficial de internet. Cuando una película odiada por el cinéfilo obtenía un puntaje alto en IMDb, este se sentía satisfecho porque su gusto estaba por encima del promedio. Pero cuando el sitio le ponía poco puntaje a una película muy querida, el cinéfilo se ofendía por no sentirse respaldado por la “oficialidad” pop. 

Después de conocer IMDb, todas las películas que se consumen son filtradas a priori. Es muy difícil resistirse estando a un clic de distancia. Es difícil resistirse cuando se estrena un nuevo producto y se requieren datos que apoyen la decisión. Y ese es el fondo de todo: el espectador no quiere arriesgarse. Quiere vivir experiencias placenteras similares a otras que vivió con productos conocidos. Pero no quiere explorar nuevos caminos porque teme aburrirse o frustrarse. El espectador siempre ha buscado garantías, es cierto, pero hay sistemas más legítimos: nombres de directores, actores, directores de fotografía, guionistas, sonidistas, géneros, fechas, estéticas, estilos, etc. Los números son más atractivos porque nos ahorran el trabajo de pensar por nosotros mismos. Los números son el resultado de un procedimiento que realizó alguien más; solo basta con suscribirnos y citar. Nos hacen sentir importantes porque hacen parecer que sabemos de qué estamos hablando. Despiertan al positivista que llevamos dentro, y en esa medida resultan peligrosos porque, aconsejados por su influencia, descartamos productos en masa, incluso productos de artistas cuyas carreras seguimos. Es allí justamente donde reside parte de la solución. El completismo. Completismo como estrategia de escape a la lógica IMDb. Ver los productos de los artistas que admiramos sin importar qué. Verlos todos. Verlos muchas veces. Y luego verlos de nuevo hasta que el número inquisidor se diluya.

Yoga Hosers (2016), por ejemplo, es una película de Kevin Smith que me resistí a ver por culpa de IMDb. Está clasificada con un 4.3 altamente disuasorio que la película no merece. No es una película perfecta. Tiene excesos y aspectos débiles, pero no son tantos ni son tan graves para ameritar una clasificación por debajo de la media. Si tuviera que clasificarla según los estándares de IMDb, le daría un 6.5 o un 6.8, es decir, el mismo puntaje del que gozan varios títulos que “se dejan ver”. Smith, por su parte, se lo ha tomado bien. Hace bromas al respecto y usa la expresión “Yoga Hosers” como call-back permanente en sus conferencias cómicas y en sus pódcast. Aunque debe estarle doliendo mucho, máxime cuando su imagen de identificación en IMDb es justamente una fotografía suya exhibiendo una camiseta negra con el logo amarillo de IMDb. Smith es deliberadamente mediático y no desconoce el valor de saberse vender, figurar allí donde lo inviten. Pero esta vez le salió el tiro por la culata. Esa foto suya avala un sistema que lo perjudica. Un sistema que, por obra y gracia del puntaje vertical, ha hecho que mucha gente se aleje de su última película, incluso sus fans más acérrimos. 

Así como Yoga Hosers, debe haber muchas joyas anómalas en la sombra. Puede que no sean películas orgánicamente poderosas, puede que no sean redondas y que no encabecen las preferencias de nadie, pero tal vez tengan alguna escena digna, alguna solución de cámara sugerente, algún actor por descubrir o simplemente algo que decirnos del audiovisual que no sabíamos y que esa película tampoco sabía hasta que lo descubrió por accidente.

Es bastante probable que, dentro de algunas décadas, la industria empiece a capitalizar estas puntuaciones. Es probable que la lógica IMDb, cuyo objetivo era clasificar información sobre la historia del cine, termine definiendo el destino del séptimo arte. Denunciar no sirve de nada. Pero sí valdría la pena hacer algo a nivel simbólico: un ciclo retrospectivo-prospectivo titulado “Apelando a IMDb”. 

ACERCA DEL AUTOR


(1986) Realizador y analista audiovisual. Magíster en Escrituras Creativas. Escritor. Comediante. Podcaster. Redactor de contenidos. Coordinador Cinemateca Sala Alterna (2014-2016) Egresado de la Escuela de Cine y TV y Magíster en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.